Saludos

Saludos a los valientes que aquí os adentrais. Vereis varias historias escritas por nosotros, los jinetes. Algunas mas largas, otras con menos contenido por el momento, pero todas igual de apasionantes.
Os aseguro que lo pasareis bien disfrutando de la lectura.
Un saludo.

Los Tres Jinetes

sábado, 29 de septiembre de 2012

Noa- Luhén (parte 2)


Entraron a empujones y amenazas en un idioma que apenas conocían, los niños asustados lloraban de la mano de sus madres y los adultos se llenaban de ira. De una ira que juraban devolver algún día a todos aquellos humanos.

Primero pasó el hombre encapuchado que les había arrastrado hacia allí, levantando una trampilla en el suelo y obligando a los demás a bajar por ella hasta llegar a un túnel subterráneo, con apenas luz y de olor repugnante del cual parecía que nunca pudieses acostumbrarte.
Yunuen y Nura estaban al final de todo, eran las últimas en aquella cola de elementalistas de todos los clanes posibles. La muchacha no alcanzaba los catorce años y la madre también era muy joven, no se parecían en mucho, salvo el color y longitud del cabello, ondulado de un negro intenso caracterizado en los Nocturnos, los hijos de la luna y que caía por la espalda hasta llegar a la cintura. En cambio los ojos rojos de Yunuen sabía que eran de su padre, un Llama, y que por eso siempre habían estado solas rodeadas de personas en el clan de los Nocturnos, por ser una mezcla prohibida. Ella había heredado los mejores rasgos de cada sangre: manejaba el fuego a su antojo, y con las palabras de la Madre luna provocaba el dolor o podía eliminarlo, aunque allí de nada le serviría tener tales habilidades porque el Amir abundaba en aquel lugar.
El viejo comenzó a separarles a todos en grupos de tres, empujando con sus manos huesudas de dedos retorcidos como ramas de árboles, aleatoriamente. De nuevo, los niños ya calmados volvían a romper en llanto al ser separados de sus padres para ponerlos todos juntos, chicas con chicas y chicos con chicos, en una misma celda donde pasarían mucho tiempo. Pusieron a todos juntos menos a una de ellas, a Yunuen que volvió a quedarse sola, aunque esta vez ya no tenía a su madre la cual había estado siempre a su lado. Aquella noche su alma no pudo más y rompió la promesa que hizo cuando los humanos se le echaron encima, dejando a las lágrimas apaciguar su miedo.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 13)



 Sin pensármelo dos veces me lancé contra ellos, furioso.
   —¿!Por qué quisisteis matarme!? —gritaba mientras me lanzaba al ataque, espada en mano.
   —Por qué tú tienes el mismo poder que tu padre —dijo uno de ellos, con un tono que me hizo detenerme—, porque eres tan poderoso que puedes crearnos, destruirnos, controlarnos, liberarnos.
Yo no entiendo sus palabras, que me parecen un puzle, un enigma, un acertijo de esos que nunca se me dieron bien.
   —¿Por qué mi padre os tenía que liberar para mataros?
   —Porque antes éramos humanos heridos mortalmente —le respondió otro Caronte—, y tu progenitor nos dotó de un nuevo cuerpo demoniaco a cambio de que le sirviéramos dándole nuestro poder. El cuerpo que nos dio nos permitía que nuestra esencia humana se recuperara del golpe, y aparte multiplicaba nuestra fuerza interna. Y tu padre nos la quitaba. Por eso todos le odiábamos, porque al alimentarse de nosotros nos volvió sus esclavos. Y cuanto más le odiábamos más poder teníamos, y más nos quitaba él, tal vez por eso era el di… El Jinete más poderoso —rectificó de inmediato.
No me percaté de lo que dijo antes de modificar la frase para decir lo de Jinete.
   —Pero le vi matar a cuatro de los vuestros… —dije confuso.
   —Porque tenía la Daga. El único objeto que nos puede matar, ya que al rozarnos con la punta, absorbe nuestra esencia Caronte. Y tras arrebatárnosla, nos hería mortalmente. Pero eso iba contra las normas, y por eso tu padre está encerrado.
   —¿Encerrado? —pregunté pensando que podría conocerle—.¿Dónde?
   —Para llegar hasta él antes debes pasar tres duras pruebas —me contestaron todos sincronizados—, no creo que te compense hacerlo.
Deduje por su tono que en realidad querían evitar que viera a mi autentico padre, por eso insistí. Pero a pesar de mis esfuerzos ellos se negaban a dejarme hacer esas peligrosas pruebas.
   —¿Por qué no me dejáis ver a mi padre? —pregunté, desesperado.

Noa - Luhén (parte 1)


Aquella noche en la que la luna llena, brillante y hermosa, la madre de ellas y ellos vigilaba, se abrió de nuevo el portal entre Luhén y la Tierra.

Un encapuchado llevaba a Nura, a Yunuen y otros más encadenados hacia su escondite, cabizbajos y susurrando palabras en su lengua, conjuros que no tenían ningún efecto en aquel estado tan lamentable. Como cada cinco años, aquel extraño hombre resentido, mentiroso y grotesco conseguía a unos cuantos brujos y brujas y las encerraba hasta venderlos a algún desalmado o hasta que muriesen en sus mazmorras. La muchacha de pelo negro y ojos rojos se resistía a caminar, tirando con todas sus fuerzas hacia el lago cristalino para cruzar de nuevo el portal, para regresar hacia su hogar del cual no quería marcharse. En cambio, su madre Nura, sabía que de nada serviría y reservaba sus fuerzas mientras calmaba a su hija con palabras tranquilizadoras y una canción de su tierra aunque el viejo le golpeara cada vez que lo hacía.

Caminaron durante toda la noche a través de oscuros árboles y matorrales, como si se estuvieran escondiendo de algo o alguien, con el hombre no cruzaron ni una palabra, tan solo miradas llenas de odio a las que él respondía con risas y burlas. Cuando el sol comenzaba a aparecer por el horizonte y los primeros rayos iluminaban las ramas y hojas, llegaron a una humilde cabaña de piedra. Por fuera era modesta y sencilla: cuadrada de apenas doce metros de largo, demasiado pequeña para poder vivir todos. Los brujos se extrañaron pero lo que más llamó su atención fue que al alrededor de la casa había una capa de energía, una especia de barrera invisible para los humanos la cual Nura y Yunuen temían, pues estaba hecha por Amir, el material de almas que anulaba las danzas o el control de los elementos, el mismo material que las cadenas que rodeaban sus delgadas muñecas. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

NOA - Jinete sin retorno (parte 11)


Mientras Axel lucha, no deja de observar todos mis actos, protegiéndome de los hombres de rojo que se abalanzan sobre mí poniéndose delante y combatiendo en mi lugar. De pronto se acerca de una zancada a Eros cuando presiente que su cuerpo ya no puede aguantar más, cuidando de que ningún soldado armado hasta los dientes clave de nuevo su lanza o espada en el pecho empapado de sangre de su compañero, que en todo este tiempo, se había convertido en algo así como nuestro hermano mayor.
Su rostro, enfurecido y rojizo, mana rabia y furia sin cesar en forma de energía y movimientos que hace a la perfección con su afilada cadena, Ketsiya. Ella baila alrededor de mis Jinetes, como una danza de la muerte que acaba con todo aquel que se aproxima. Puedo sentir el corazón de Eros apagándose y el de Axel embravecido, luchando por un segundo más de vida en cada instante. Miro a mi alrededor y lo único que siento es toda esa vibración de emociones, entre ellas la de Sasha, deseando la sangre de cada uno de los presentes. Por la calle principal siguen llegando soldados del Rey montados a caballo arremetiendo contra mis compañeros que a duras penas se mantienen en pie. Cierro los ojos, agobiada por tantas sensaciones, tantos estados y pensamientos… y entonces me doy cuenta de que el corazón de Eros cada vez late con menos fuerza hasta que llega un momento en el que no puedo sentirlo. Un grito se oye sobre todos los demás, un grito de dolor, de impotencia, de soledad. Un grito inconfundible. Es el grito de un hombre que se ve derrotado pero que se niega a tirar las armas y subir las manos, era el grito de Axel al ver a Nacago descendiendo de su montura: majestuoso, arrogante y con una sonrisa siniestra al contemplar la caída de sus enemigos, de nosotros. Finalmente, tres lanzas vuelan en dirección a Axel, no tengo tiempo de pensar y lo primero que hago es lanzar a Sasha con la intención de pararlas. Por desgracia no alcanzo ni siquiera a desviar una de ellas y atraviesan la pierna, el hombro y la espalda de Axel con rapidez. Él cae fulminado junto a Eros y yo me veo sola ante todos aquellos soldados desconocidos que se dirigen hacia mí. En vez de acabar conmigo de una vez y dejar que me reúna con los Jinetes, deciden “castigar” nuestro comportamiento delante de todos los de su pueblo, como ejemplo.
Tras maniatarme con cadenas, me llevan al centro de la plaza donde proceden a llamar a todos los ciudadanos con ese particular timbre. Inmediatamente aparecen de todos los callejones, hileras e hileras de personas de rostros apagados y sucios. Cuando me miran, no puedo ver más que ojos vacíos, como marionetas guiadas hacía un teatro diario al que se acostumbraron hace mucho.
Nacago cuelga de sus grandes caballos las cabezas de Eros y Axel después de cortarlas a golpes de hacha obligándome a mirar. Mientras, justo por delante de mí se lleva a Sasha quemando su punta con un extraño fuego azul y fundiendo su hoja hasta llegar a mi nombre gravado. Puedo sentir el calor en mi cuerpo al tiempo que Sasha se deshace y en mi mente aparece la imagen de los árboles de Tarëk, cambiando de rostro y adoptando los de Eros y Axel. Este elemento no es como el fuego normal porque no deja rastro de humo y permite que sienta cómo se evapora cada célula de mi cuerpo hasta que me convierto en polvo. En un polvo que nadie recordará, salvo por los que vean los árboles con rostro, porque allí se encierra mi alma hasta el nuevo amanecer...

Noa- Jinete sin retorno (parte 10)


Todas las calles son estrechas y están abarrotadas de cajas malolientes, al pie de las puertas, montones de tierra se acumulan junto a alguna que otra alimaña en busca de comida y bajo la sombra de los balcones, ninguna alma osa salir y pasear por aquellos callejones solitarios.
Descendemos por uno de ellos despacio y sigilosos hasta llegar a las puertas de una taberna donde una luz tenue de alguna vela se dibuja en las pequeñas ventanas. Estoy dispuesta a bajar del caballo pero Eros me detiene con un solo brazo.
—Quédate aquí pequeña. Nosotros entraremos y hablaremos con un compañero. Uno de los pocos en los que podemos confiar en este lugar… no tardaremos mucho así que espera quietecita y si aparece alguien esconde a Sasha entre las ropas y no digas absolutamente nada.
—Así lo haré—. Afirmo yo.
Ellos asienten con la cabeza y entran por la puerta de madera tras silbar tres veces creando una pequeña melodía que permite que un hombre muy bajito, de bigote negro y viejo, abra la puerta y les salude amistosamente tras mirar a los lados cuidadoso y muy nervioso.
Pasan los minutos y siguen dentro de la taberna, comienzo a impacientarme y pienso que dar una vueltecita por ahí no puede causar ningún daño.
Dicho y hecho. Bajo del caballo y me dirijo hacia la calle principal donde parece haber más ruido y movimiento. Paso al lado de dos soldados que vigilan con atención a cada una de las personas. Bajo la cabeza y me acerco a los puestos con las manos detrás la espalda, sujetando bien a Sasha para que no se note que la tengo tras de mí.
A unos pocos pasos una mujer acompañada de un crío en brazos, cae al suelo y tira unos extraños alimentos a su alrededor, por suerte logra ponerse de tal forma que el crío tan solo se da un susto y comienza a llorar. Me quedo mirando unos segundos y veo que la gente pasa sin inmutarse, tan solo le miran y siguen con su camino. Yo me acerco para ayudar pero tropiezo con una de las cosas del suelo y noto como Sasha se escurre entre mis dedos, se desliza por mi espalda y se separa de mí. Cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde: uno de los soldados de la esquina de la plaza ha fijado la vista en Sasha y se acerca con su compañero hacia nosotras. Yo la recojo rápidamente y vuelvo a guardarla bajo mi capa.
Cuando los soldados están a solo unos centímetros, se detienen y me miran fijamente.
—Enséñame esa espada, joven —ordena el mayor de ellos y el más avanzado.
—Yo, ehm…. No puedo —titubeo y agarro a mi claymore con más fuerza que nunca al tiempo que sostengo la pesada mirada de los soldados.
—Entonces nosotros te la quitaremos… —desenfundan las espada y de pronto se quedan quietos.
— ¡Danae, corre!
Reconozco la voz de Eros y Axel gritando desde el callejón por donde he salido. Con tan solo un movimiento de muñeca de los hombres, a través de las calles comienzan a llegar más y más soldados, todos armados y preparados para luchar. Uno de ellos lanza tres pequeñas y afiladas dagas en mi dirección, pero Eros se pone en frente, salvando mi vida.

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 12)



Mientras lloraba una nueva escena acudió a mi mente.
En esta me encontraba arropado por el hombre que parecía ser mi padre. Este corría por un largo pasillo, cuando de repente unos asquerosos seres le cortaron el paso. Eran humanos, pero poseían largos cuerpos y un cuerpo perfecto. La forma de estas figuras resultaba sobrecogedora, pero no tanto como el rito que realizaban con impresionante coordinación. Alzaban los brazos por encima de su cornamenta, y esta empezó a brillar con tonos siniestros.
   —Carontes —dijo el humano con desprecio.
Todos a una, las extrañas criaturas gruñeron con odio y rabia.
   —Si nos das a Rasaal-gu podrás sobrevivir.
   —Jamás —contestó él—. Es mi hijo, y si es necesario os mataré para salvarle.
   —Sabes tan bien como nosotros que no lo lograrás — dijeron las criaturas, arrogantes—.Tu nos creaste inmortales ante las heridas, para matarnos tendrías que liberarnos, y perderías todo tu poder.
La expresión del rostro de mi padre demostró que eso era cierto, que él había creado a aquellas criaturas que pretendían matarme.
Salió corriendo repentinamente, y las demoniacas figuras tardaron lo suficiente en reaccionar como para que se alejara unos metros.
Pero las criaturas eran notablemente más rápidas, y a los pocos segundos le alcanzaron.
   —No vuelvas a intentar huir, Airuk-sama —le advirtió uno de los seres, amenazante.
El hombre susurró algo, y los Carontes lo entendieron demasiado tarde. Una ráfaga de viento les había lanzado varios metros por el aire, y aún mantenía a cuatro de ellos levitando unos pies por debajo del alto techo del pasillo donde estaban.
   —¿Por qué queréis a mi hijo, criaturas infamas? —preguntó el que se había mostrado como Jinete.
Pero no las dejó contestar, desenvainó una daga, de hoja corta, empuñadura de oro y con una punta de un material que parecían rubíes, y las atravesó con ella. En cuanto los seres estuvieron muertos, sus cadáveres empezaron a brillar.

Cuando dejé de visualizar en mi mente aquella escena me di cuenta que estaba en el mismo pasillo en el que aquellos demonios habían muerto a manos de mi padre.

En ese instante, justo tras darme cuenta de donde estaba, escuché una especie de rugido. Me di la vuelta, y allí estaban: los Carontes.
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viernes, 21 de septiembre de 2012

NOA- Jinete sin retorno (parte9)


Durante tres semanas, Eros y Axel me han enseñado a combatir mínimamente: sé coger a Sasha de la forma correcta y no me cuesta llamarle, día a día practico un uno contra uno, Aarón en cambio se esfuerza en que aprenda a controlar mi esencia, con ella puedo abrir puertas sin tener la llave y puedo sentir el pálpito de los corazones humanos, y a través de ello, intuir las emociones. Aún con todo mi esfuerzo, mis progresos son solo mágicos, nada físico, pues mi cuerpo se ha llenado de moratones y magulladuras en este poco tiempo. “Aprendes rápido” suele decir Aarón, pero la verdad es que no veo mucha mejora. Ahora estoy más unida a Sasha y le he cogido cariño a todos, pero no dejo de pensar en mi hermana Kaira y eso suele distraerme.
Hace dos días, Axel y Eros me prometieron llevarme hoy al pueblo de Fenir, porque no solo debemos ayudarles desde el sobrenombre de “Los Guardianes sin pasado” o “Los Jinetes”, sino que estamos como fugitivos y Nacago, el Rey de Léhon quiere acabar con nosotros.
Antes de salir cabalgando, Axel me entrega una capa negra que debo llevar “en todo momento”, según ellos.
—Y recuerda, si pillan a estos dos, tú sal corriendo hacia la dirección contraria. Mézclate entre la gente y esconde a Sasha. No dejes que nadie descubra que eres un Jinete o date por muerta —dice Aarón antes de que puedan cerrar los muros de la montaña Anochecida— ¡Cuidaros! —exclama.
—Sube, Danae —dice Eros a la vez que extiende el brazo para agarrarme y subir—Esta es la primera vez que sales de la montaña desde que llegaste, ¿verdad?
—Exacto.
—Entonces espero que estés preparada para lo que vas a contemplar —dice Axel— No sé cómo serán los pueblos en tu mundo, pero te aseguro que este es muy diferente, y no muy “bonito” de ver porque donde vamos es el peor de todos.
—Oh vamos, estás exagerando Axel. ¿Acaso hay casas derruidas y la típica plaza lúgubre y misteriosa de las pelis donde ejecutan a la gente?—bromeo yo sonriendo, emocionada por salir e impaciente por llegar.
—¿”Pelis”? No comprendo lo que dices— comenta Axel— pero… en cuanto a lo del pueblo…— Después murmura algo que no puedo escuchar. Los dos Jinetes se miran con tristeza y desvían la mirada hacia el suelo. Sus rostros están afligidos y mantienen la mandíbula tensa. Me concentro para entender qué es lo que no quieren decir, aquello que mantienen en secreto y lo que presiento no me gusta nada.
Al llegar a las puertas del pueblo, lo primero que me llama la atención son las casas: derruidas, algunas manchadas con formas extrañas y oscuras, todas construidas con el mismo patrón: paredes de piedra negra y tejado de madera.

martes, 18 de septiembre de 2012

Jujujuju Noa

Bueno chicos, esto lo he hecho en clase, así rapidillo.. jajajaj pero es que tenía que escribir algo o moría. Es una chorrada ¿vale? Pero me hacía ilusión ponerlo juujujuju. Si os toca las narices decirlo y lo borro. Saludos Jinetes!


"Para todos los que escribimos, a los abiertos de corazón y de mente, a los que sentimos lo que otros no, para los inventores y controladores de vidas, para los que hacen llorar, reír, enamorarse, para todos aquellos que nos transportan a otros lugares, a los que hacen viajar cada mañana, cada tarde y cada noche, para todos aquellos... gracias.

Gracias por crear mundos donde se viven todas esas experiencias y se siente esa magia. Gracias por crear a mis consejeros, mis ejemplos, incluso a mis mejores psicólogos, por hacerme reír en los momentos complicados y conseguir evadirme de todo con tan solo una palabras, unes frases o unos versos. 

Gracias por seguir escribiendo."
Especialmente hecho para vosotros... jajajjaj

domingo, 16 de septiembre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 11)



No recordaba el enfrentamiento con mi hermano, pero al recordarlo caí en la cuenta de cómo sabía que mis padres estaban encerrados, ¡los había encerrado él! Claro, de que otra forma si no podría haber hablado con ellos.
   —Debo… ir…—me di cuenta de lo mucho que me costaba hablar, era como si el aire fuera muy denso—, a la… cueva de las ánimas—esto último lo dije perfectamente, pues me había acostumbrado al aire.
Una extraña sensación, como si todo vibrara dentro de mí, me recorrió todo el cuerpo, pues, aunque no me había dado cuenta, estaba solo en la habitación. Entonces, ¿quién, si no había sido Ruxio, me había despertado?
Me incorporé sobre la cama y grité:
   — ¡Ruxio! ¡Ilika!
Nadie me contestó, era como si la casa estuviera desierta. Abandoné la estancia sin apenas percatarme de lo que ocurría a mi alrededor, pues un montón de formas extrañas me seguían a donde quisiera que fuera.
Recorrí toda la casa de una punta a la otra, entrando en salas imposibles según la física de la Tierra. Una de ellas tenía una forma totalmente esférica,  la gravedad se encontraban en las paredes. Los muebles eran independientes de la gravedad y estaban flotando por todos lados, y un líquido viscoso y de un extraño color morado me rodeaba por todos lados.
A pesar de haber recorrido todos los rincones, al menos visibles, no encontré a nadie. Por lo que me pregunté quién había hablado al despertarme.
Una extraña visión sacudió mi mente repentinamente, me vi a mi mismo, o al menos pensé que era yo, siendo acunado por la mujer que en mi sueño dijo ser mi madre. Pero alguien rompía la paz en la que nos encontrábamos, agarrándome y diciendo:
   —Tranquila, Maaxela. Tu hijo volverá para liberarte, y nadie le podrá detener.
   —Gracias—contestó ella—, amor mío.
De repente comprendí lo que pasaba, aquel hombre de pelo plateado me iba a llevar a la Tierra. Comprendiendo algo aún más grande susurré:
   —Padre… Madre…—esto lo dije pensando en las personas que acaba de ver—. ¡Papá…! ¡Mamá…!—esto lo realmente lo grité hablando de las personas que me habían criado