Saludos

Saludos a los valientes que aquí os adentrais. Vereis varias historias escritas por nosotros, los jinetes. Algunas mas largas, otras con menos contenido por el momento, pero todas igual de apasionantes.
Os aseguro que lo pasareis bien disfrutando de la lectura.
Un saludo.

Los Tres Jinetes

domingo, 21 de octubre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 16)



Pasé varias horas probando las distintas posibilidades, desde empujar una gran masa de viento contra la puerta hasta intentar destruirla con torbellinos. Pero todo era inútil, tanto porque yo me debilitaba con facilidad como porque la puerta parecía anular la energía eólica que se lanzaba contra ella.
  —Para —dijo la voz del clérigo detrás de mí cuando estaba intentando probar una idea—. Debes descansar de vez en cuando, si te torturas tanto podrías sufrir mucho, tanto mental como físicamente.
  —Tienes razón, pero necesito ser más fuerte —dije desesperado.
  —Tú eres fuerte, Rasaal. Solo tienes que buscar en tu interior.
Tras esto, me lanzó una especie de pájaro asado y se marchó diciendo:
   —Antes de la primera llamarada, eres polluelo; después, eres un dragón.
No entendí sus palabras, y las anteriores tampoco. Pero las deseché de mi mente y me dispuse a comer. El ave sabía a pollo, aunque dicen que todos los sabores que no has probado saben a eso y tal vez por eso supiera así, aunque tenía un ligero regusto a miel.
Cuando terminé de engullir lo que me dieron me di cuenta de algo. Tal vez los dibujos me dieran alguna información para abrir la puerta.
Me dirigí al portón y observé detenidamente los dibujos. En uno había una mujer sosteniendo a un pequeño pájaro. En la siguiente el ave era más grande, pero la mujer aún lo sostenía. Y en la tercera y última aparecía la imagen de un fénix volando y luchando contra una gran serpiente.
No entendía los grabados, aunque en la última seguramente la serpiente eran los males que me acosaban, y el fénix era yo.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 15)



Reposé unos minutos sentado, y, durante estos, terminó la conversación entre el encapuchado y los Carontes. El primero se acercó a mí, los otros se marcharon, lanzándome una furtiva mirada de aprobación mientras salían.
   —No he podido evitar verte practicar —dijo una voz tras la capucha que me pareció bastante juvenil—. No se te da mal para el tiempo que hace que conoces tus poderes, pero no es suficiente, Rasaal-gu. Es necesario que conozcas a tu padre para que te entregue la Llave, y no disponemos precisamente de mucho tiempo, pues una gran guerra se cierne sobre nosotros.
   —¿Quién eres? —pregunté.
   —Eso no tiene importancia —me contestó—. Pero sí la tiene que superes las pruebas, así que date prisa y sígueme.
Acto seguido, el desconocido empezó a andar. Me condujo por un largo pasillo, subimos varias escaleras y bajamos otras tantas. Finalmente, nos detuvimos ante un portón de madera en la cual estaban talladas unas imágenes que me eran familiares, aunque desconocía por qué.
   —Muy bien, aquí comienza nuestro camino —me dijo volteándose hacia mí—. Tu primera misión consiste en abrir esa puerta. Y sí, es una de las pruebas —comentó respondiendo a una pregunta que apenas había cruzado mi mente—, y no es tan fácil como parece.
   —¡Claro que no será fácil! —le grité—¿Cómo va a serlo si apenas sé Controlar mi poderes?
   —La respuesta está en tu interior. Recuerda que el polluelo tiene que trabajar mucho antes de ser un dragón.
Esta frase la dijo en un tono que parecía que me estuviese dando una pista, pero si era así yo no la encontraba. Sus palabras valían para mí lo mismo que un gramo de cobre en mi mundo.
Pero pese a todo empecé a investigar con una idea. Me concentré en el aire que había entre las dos hojas de la puerta. Cuando creía que ya lo tenía lo hice expandirse, pero en apenas unos segundos ya estaba totalmente exhausto. Sí, era una prueba difícil, pero yo no iba a rendirme.

sábado, 13 de octubre de 2012

Noa - Luhén (parte 3)

Bueno mis polluelos, en todo este tiempo habréis crecido jajjajaj. Os dejo un poco más de ese mundo extraño al que ahora llamamos Historias.


Aquellos primeros días fueron los peores de su vida. Yunuen estaba aislada de su madre, se sentía extremadamente sola en aquella oscura jaula, tenía frío y el hambre cada vez era más visible en su cuerpo, mucho más delgado de lo normal. Uno de esos interminables días recibieron una visita, la única en todo aquel tiempo que llevaban allí. Era un hombre de mediana edad, alto y corpulento, con una barba muy corta pero negra y unos ojos marrones, pequeños y centrados. Éste iba detrás del viejo de siempre, como si se protegiese de ellos y les tuviera miedo, pero todos sabían que no era así porque si no, no hubiese llegado hasta allí. Como Yunuen estaba al frente de las escaleras, al fondo de todo en la última celda, pudo ver cómo se paraba una a una delante de sus hermanos y hermanas, hablaban entre ellos y continuaban. Entraron en la quinta celda y ya no pudo ver más, pero sí podía escuchar las maldiciones que recaerían sobre ellos dos y todas sus generaciones, realizadas por Nura la cual se encontraba dentro. Cuando salieron, se dirigieron directamente hacia Yunuen, saltándose la de los críos con cierta impaciencia y curiosidad. La muchacha se acercó a ellos siseando, poniendo todas sus fuerzas en las palabras que salían de sus labios, visualizando el dolor en sus entrañas pero nada ocurrió, se acercó y les escupió en la cara, maldiciéndoles, a lo que el visitante contestó con una carcajada y el viejo con un golpe.
Se miraron durante unos segundos, Yunuen había perdido parte de su encanto salvaje y hermoso, pareciendo ahora una escuálida y pálida cualquiera.

El visitante de pronto se alejó de un salto, temblando y balbuceando extrañas palabras. Pareciera que la mismísima muerte hubiese aparecido ante sus ojos que miraban aterrorizados a Yunuen mientras le señalaba con el dedo, tembloroso por igual. Miró al viejo y de nuevo a la muchacha. Retrocedió de nuevo y tras gritar el nombre de uno de los Nocturnos, salió a tropezones de aquel sótano cerrando con fuerza la trampilla de madera.

—¡Estúpida! Podría haber sacado un buen cacho por ti si no les asustaras con esa mirada de diablo –amenazó el viejo— hoy no comerás nada, a ver si eso ayuda a controlarte.

viernes, 12 de octubre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento(Parte 14)



  —Antes debes de hacer las pruebas —volvieron a insistir.
  —Está bien —acabé diciendo—. Puesto que no hay otra salida las haré. Decidme en qué consisten.
  —Ah, no es tan sencillo —me contestó el más grande de los Carontes—. Antes de realizarlas uno de los dioses debe elegirte para que su clérigo te acompañe, pues solo ellos conocen el cometido de las pruebas.
  —¿Y cuándo podrán los dioses seleccionarme?
Era obvio que mi persistencia les incomodaba, ya que cada palabra que yo pronunciaba mas desconcierto les causaba.
Ellos señalaron una puerta hecha directamente en la pared, y, apenas lo hicieron, esta se abrió. Tras esta aparecieron una docena de personas, todas ellas encapotadas y portando diversas estatuillas.
   —Ante tienes a los clérigos —dijo una voz detrás de mí—. Ahora acércate a todos ellos.
Justo al avanzar hacía esas personas una de las figuras que sostenían comenzó a brillar. Una expresión de desconcierto atravesó el rostro de los Carontes, dando a mostrar que lo que acababa de pasar no era algo muy común. Estos se acercaron a los encapuchados y se pusieron a conversar, lanzándome alguna mirada pero ninguna palabra.
  Estuvieron así varias horas, tiempo que aproveché para intentar comprender y manejar mis poderes. Lo primero que hice fue intentar sacar de mi cuerpo el extraño guijarro con forma de tornado coronado como Cristo. Pero todos mis intentos parecían inútiles, pues no lo consigo. Mi siguiente experimento fue crear una bola de aire y lanzarla. Conseguí lo primero, pero dura tan poco tiempo que no logro hacer que avance. A la tercera vez paré a descansar, pues lo que mis amigos denominaron Montar consumía mis fuerzas físicas. Y al descansar tuve una idea, para mejorar mis habilidades debía mejorar mi capacidad de resistencia, probablemente tanto mental como física.