Saludos

Saludos a los valientes que aquí os adentrais. Vereis varias historias escritas por nosotros, los jinetes. Algunas mas largas, otras con menos contenido por el momento, pero todas igual de apasionantes.
Os aseguro que lo pasareis bien disfrutando de la lectura.
Un saludo.

Los Tres Jinetes

sábado, 22 de septiembre de 2012

Istaariano-Jinetes del viento (Parte 12)



Mientras lloraba una nueva escena acudió a mi mente.
En esta me encontraba arropado por el hombre que parecía ser mi padre. Este corría por un largo pasillo, cuando de repente unos asquerosos seres le cortaron el paso. Eran humanos, pero poseían largos cuerpos y un cuerpo perfecto. La forma de estas figuras resultaba sobrecogedora, pero no tanto como el rito que realizaban con impresionante coordinación. Alzaban los brazos por encima de su cornamenta, y esta empezó a brillar con tonos siniestros.
   —Carontes —dijo el humano con desprecio.
Todos a una, las extrañas criaturas gruñeron con odio y rabia.
   —Si nos das a Rasaal-gu podrás sobrevivir.
   —Jamás —contestó él—. Es mi hijo, y si es necesario os mataré para salvarle.
   —Sabes tan bien como nosotros que no lo lograrás — dijeron las criaturas, arrogantes—.Tu nos creaste inmortales ante las heridas, para matarnos tendrías que liberarnos, y perderías todo tu poder.
La expresión del rostro de mi padre demostró que eso era cierto, que él había creado a aquellas criaturas que pretendían matarme.
Salió corriendo repentinamente, y las demoniacas figuras tardaron lo suficiente en reaccionar como para que se alejara unos metros.
Pero las criaturas eran notablemente más rápidas, y a los pocos segundos le alcanzaron.
   —No vuelvas a intentar huir, Airuk-sama —le advirtió uno de los seres, amenazante.
El hombre susurró algo, y los Carontes lo entendieron demasiado tarde. Una ráfaga de viento les había lanzado varios metros por el aire, y aún mantenía a cuatro de ellos levitando unos pies por debajo del alto techo del pasillo donde estaban.
   —¿Por qué queréis a mi hijo, criaturas infamas? —preguntó el que se había mostrado como Jinete.
Pero no las dejó contestar, desenvainó una daga, de hoja corta, empuñadura de oro y con una punta de un material que parecían rubíes, y las atravesó con ella. En cuanto los seres estuvieron muertos, sus cadáveres empezaron a brillar.

Cuando dejé de visualizar en mi mente aquella escena me di cuenta que estaba en el mismo pasillo en el que aquellos demonios habían muerto a manos de mi padre.

En ese instante, justo tras darme cuenta de donde estaba, escuché una especie de rugido. Me di la vuelta, y allí estaban: los Carontes.
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