Saludos

Saludos a los valientes que aquí os adentrais. Vereis varias historias escritas por nosotros, los jinetes. Algunas mas largas, otras con menos contenido por el momento, pero todas igual de apasionantes.
Os aseguro que lo pasareis bien disfrutando de la lectura.
Un saludo.

Los Tres Jinetes

sábado, 22 de septiembre de 2012

Noa- Jinete sin retorno (parte 10)


Todas las calles son estrechas y están abarrotadas de cajas malolientes, al pie de las puertas, montones de tierra se acumulan junto a alguna que otra alimaña en busca de comida y bajo la sombra de los balcones, ninguna alma osa salir y pasear por aquellos callejones solitarios.
Descendemos por uno de ellos despacio y sigilosos hasta llegar a las puertas de una taberna donde una luz tenue de alguna vela se dibuja en las pequeñas ventanas. Estoy dispuesta a bajar del caballo pero Eros me detiene con un solo brazo.
—Quédate aquí pequeña. Nosotros entraremos y hablaremos con un compañero. Uno de los pocos en los que podemos confiar en este lugar… no tardaremos mucho así que espera quietecita y si aparece alguien esconde a Sasha entre las ropas y no digas absolutamente nada.
—Así lo haré—. Afirmo yo.
Ellos asienten con la cabeza y entran por la puerta de madera tras silbar tres veces creando una pequeña melodía que permite que un hombre muy bajito, de bigote negro y viejo, abra la puerta y les salude amistosamente tras mirar a los lados cuidadoso y muy nervioso.
Pasan los minutos y siguen dentro de la taberna, comienzo a impacientarme y pienso que dar una vueltecita por ahí no puede causar ningún daño.
Dicho y hecho. Bajo del caballo y me dirijo hacia la calle principal donde parece haber más ruido y movimiento. Paso al lado de dos soldados que vigilan con atención a cada una de las personas. Bajo la cabeza y me acerco a los puestos con las manos detrás la espalda, sujetando bien a Sasha para que no se note que la tengo tras de mí.
A unos pocos pasos una mujer acompañada de un crío en brazos, cae al suelo y tira unos extraños alimentos a su alrededor, por suerte logra ponerse de tal forma que el crío tan solo se da un susto y comienza a llorar. Me quedo mirando unos segundos y veo que la gente pasa sin inmutarse, tan solo le miran y siguen con su camino. Yo me acerco para ayudar pero tropiezo con una de las cosas del suelo y noto como Sasha se escurre entre mis dedos, se desliza por mi espalda y se separa de mí. Cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde: uno de los soldados de la esquina de la plaza ha fijado la vista en Sasha y se acerca con su compañero hacia nosotras. Yo la recojo rápidamente y vuelvo a guardarla bajo mi capa.
Cuando los soldados están a solo unos centímetros, se detienen y me miran fijamente.
—Enséñame esa espada, joven —ordena el mayor de ellos y el más avanzado.
—Yo, ehm…. No puedo —titubeo y agarro a mi claymore con más fuerza que nunca al tiempo que sostengo la pesada mirada de los soldados.
—Entonces nosotros te la quitaremos… —desenfundan las espada y de pronto se quedan quietos.
— ¡Danae, corre!
Reconozco la voz de Eros y Axel gritando desde el callejón por donde he salido. Con tan solo un movimiento de muñeca de los hombres, a través de las calles comienzan a llegar más y más soldados, todos armados y preparados para luchar. Uno de ellos lanza tres pequeñas y afiladas dagas en mi dirección, pero Eros se pone en frente, salvando mi vida.

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