Todas las calles son estrechas y están abarrotadas de cajas malolientes, al
pie de las puertas, montones de tierra se acumulan junto a alguna que otra
alimaña en busca de comida y bajo la sombra de los balcones, ninguna alma osa
salir y pasear por aquellos callejones solitarios.
Descendemos por uno de
ellos despacio y sigilosos hasta llegar a las puertas de una taberna donde una
luz tenue de alguna vela se dibuja en las pequeñas ventanas. Estoy dispuesta a
bajar del caballo pero Eros me detiene con un solo brazo.
—Quédate aquí pequeña.
Nosotros entraremos y hablaremos con un compañero. Uno de los pocos en los que
podemos confiar en este lugar… no tardaremos mucho así que espera quietecita y
si aparece alguien esconde a Sasha entre las ropas y no digas absolutamente
nada.
—Así lo haré—. Afirmo yo.
Ellos asienten con la
cabeza y entran por la puerta de madera tras silbar tres veces creando una
pequeña melodía que permite que un hombre muy bajito, de bigote negro y viejo,
abra la puerta y les salude amistosamente tras mirar a los lados cuidadoso y
muy nervioso.
Pasan los minutos y
siguen dentro de la taberna, comienzo a impacientarme y pienso que dar una
vueltecita por ahí no puede causar ningún daño.
Dicho y hecho. Bajo del
caballo y me dirijo hacia la calle principal donde parece haber más ruido y
movimiento. Paso al lado de dos soldados que vigilan con atención a cada una de
las personas. Bajo la cabeza y me acerco a los puestos con las manos detrás la
espalda, sujetando bien a Sasha para que no se note que la tengo tras de mí.
A unos pocos pasos una
mujer acompañada de un crío en brazos, cae al suelo y tira unos extraños
alimentos a su alrededor, por suerte logra ponerse de tal forma que el crío tan
solo se da un susto y comienza a llorar. Me quedo mirando unos segundos y veo
que la gente pasa sin inmutarse, tan solo le miran y siguen con su camino. Yo
me acerco para ayudar pero tropiezo con una de las cosas del suelo y noto como
Sasha se escurre entre mis dedos, se desliza por mi espalda y se separa de mí.
Cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde: uno de los soldados de la esquina
de la plaza ha fijado la vista en Sasha y se acerca con su compañero hacia
nosotras. Yo la recojo rápidamente y vuelvo a guardarla bajo mi capa.
Cuando los soldados están
a solo unos centímetros, se detienen y me miran fijamente.
—Enséñame esa espada,
joven —ordena el mayor de ellos y el más avanzado.
—Yo, ehm…. No puedo —titubeo
y agarro a mi claymore con más fuerza que nunca al tiempo que sostengo la
pesada mirada de los soldados.
—Entonces nosotros te la
quitaremos… —desenfundan las espada y de pronto se quedan quietos.
— ¡Danae, corre!
Reconozco la voz de Eros
y Axel gritando desde el callejón por donde he salido. Con tan solo un
movimiento de muñeca de los hombres, a través de las calles comienzan a llegar
más y más soldados, todos armados y preparados para luchar. Uno de ellos lanza
tres pequeñas y afiladas dagas en mi dirección, pero Eros se pone en frente,
salvando mi vida.
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