Mientras Axel lucha, no
deja de observar todos mis actos, protegiéndome de los hombres de rojo que se
abalanzan sobre mí poniéndose delante y combatiendo en mi lugar. De pronto se
acerca de una zancada a Eros cuando presiente que su cuerpo ya no puede aguantar
más, cuidando de que ningún soldado armado hasta los dientes clave de nuevo su
lanza o espada en el pecho empapado de sangre de su compañero, que en todo este
tiempo, se había convertido en algo así como nuestro hermano mayor.
Su rostro, enfurecido y
rojizo, mana rabia y furia sin cesar en forma de energía y movimientos que hace
a la perfección con su afilada cadena, Ketsiya. Ella baila alrededor de mis
Jinetes, como una danza de la muerte que acaba con todo aquel que se aproxima.
Puedo sentir el corazón de Eros apagándose y el de Axel embravecido, luchando
por un segundo más de vida en cada instante. Miro a mi alrededor y lo único que
siento es toda esa vibración de emociones, entre ellas la de Sasha, deseando la
sangre de cada uno de los presentes. Por la calle principal siguen llegando
soldados del Rey montados a caballo arremetiendo contra mis compañeros que a
duras penas se mantienen en pie. Cierro los ojos, agobiada por tantas
sensaciones, tantos estados y pensamientos… y entonces me doy cuenta de que el
corazón de Eros cada vez late con menos fuerza hasta que llega un momento en el
que no puedo sentirlo. Un grito se oye sobre todos los demás, un grito de
dolor, de impotencia, de soledad. Un grito inconfundible. Es el grito de un
hombre que se ve derrotado pero que se niega a tirar las armas y subir las
manos, era el grito de Axel al ver a Nacago descendiendo de su montura:
majestuoso, arrogante y con una sonrisa siniestra al contemplar la caída de sus
enemigos, de nosotros. Finalmente, tres lanzas vuelan en dirección a Axel, no
tengo tiempo de pensar y lo primero que hago es lanzar a Sasha con la intención
de pararlas. Por desgracia no alcanzo ni siquiera a desviar una de ellas y
atraviesan la pierna, el hombro y la espalda de Axel con rapidez. Él cae
fulminado junto a Eros y yo me veo sola ante todos aquellos soldados
desconocidos que se dirigen hacia mí. En vez de acabar conmigo de una vez y
dejar que me reúna con los Jinetes, deciden “castigar” nuestro comportamiento
delante de todos los de su pueblo, como ejemplo.
Tras maniatarme con
cadenas, me llevan al centro de la plaza donde proceden a llamar a todos los
ciudadanos con ese particular timbre. Inmediatamente aparecen de todos los
callejones, hileras e hileras de personas de rostros apagados y sucios. Cuando
me miran, no puedo ver más que ojos vacíos, como marionetas guiadas hacía un
teatro diario al que se acostumbraron hace mucho.
Nacago cuelga de sus
grandes caballos las cabezas de Eros y Axel después de cortarlas a golpes de
hacha obligándome a mirar. Mientras, justo por delante de mí se lleva a Sasha
quemando su punta con un extraño fuego azul y fundiendo su hoja hasta llegar a
mi nombre gravado. Puedo sentir el calor en mi cuerpo al tiempo que Sasha se
deshace y en mi mente aparece la imagen de los árboles de Tarëk, cambiando de
rostro y adoptando los de Eros y Axel. Este elemento no es como el fuego normal
porque no deja rastro de humo y permite que sienta cómo se evapora cada célula
de mi cuerpo hasta que me convierto en polvo. En un polvo que nadie recordará,
salvo por los que vean los árboles con rostro, porque allí se encierra mi alma
hasta el nuevo amanecer...
Un final impresionante. Felicitaciones Noa.
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